Qué hacen las azafatas para impedir que los pasajeros hagan el amor en el avión

Lunes 20 de Junio del 2016

El oficio de viajero ya no es lo que era. El de atender a los viajeros tampoco, y quizá en los aviones es donde más se nota. Por un lado, adquirir un billete de avión a cualquier destino lejano y sugerente es hoy más barato que nunca. Por otro, las condiciones de ese viaje al paraiso (o al trabajo) se han ido acercando de modo lento pero seguro a las del ganado transportado en camiones, con la ventaja para el ganado de que a ellos no los van a registrar en la frontera como si fueran terroristas en potencia, asesinos de niños o, como decía el otro, “cosas peores”.

De acuerdo con esos malos tiempos para la lírica del viaje aéreo, las azafatas, aquellos seres que la mitología popular representó siempre como una especie de mezcla entre la aventurera y la mujer fatal, mitad encanto virginal mitad ninfomanía a flor de piel, han pasado a ser meras camareras aeroespaciales. El glamour, en suma, ha desaparecido. Nos queda, sí, todavía, ese sueño húmedo y setentero de follar en los baños del 747 de turno.

Lo llaman “the mile high club” y parece ser una actividad refrescante, arriesgada y excitante

Pero, ¿la gente realmente hace eso? Se preguntarán. Pues sí, damas y caballeros. La gente se aburre en los vuelos y tiene imaginación (tampoco hace falta mucha). Y, sobre todo, una falta de respeto esencial hacia las normas de higiene básicas, porque, como apunta una azafata, “no es que los retretes de un avión estén en mi lista de lugares favoritos para hacer el amor, porque son pegajosos, huelen fatal y el líquido del suelo no es agua, pero bueno, cada cual con su rollo”.

En todo caso la tarea no es sencilla. A veces esas vamps convertidas en camareras ejercen también de policías. Otras, se muestran más generosas, como es el caso de una que afirma que “si no lo estás haciendo en público, eres silencioso y no actúas de manera sospechosa durante todo el vuelo... si quieres tener sexo, por mi bien”. Y así, sucede. La periodista de Cosmopolitan Harvey Jenner ha reflejado recientemente en 'The Sun' el hecho incontestable de que la actividad sexual en altura sigue en marcha. Los anglos lo llaman “the mile high club” y, a falta de comodidades, parece ser una actividad refrescante, arriesgada y excitante comparada con todo lo que se puede prever de un vuelo común a día de hoy; vease: escuchar consejos sobre como sobrevivir en caso de accidente (que no sirven de nada), soportar ir encajado en un espacio normalmente mínimo entre gente desconocida, encargar comida a precios de usurero, mirar las nubes, dormir, desconfiar de gente de otras nacionalidades o jugar a eso de las frutitas.

'Bienvenido al avión de los magreos y las cerdadas'. (iStock)

'Bienvenido al avión de los magreos y las cerdadas'. (iStock)

En Reddit, los usuarios confirman igualmente que la cosa funciona a veces: “Solía citarme con una azafata durante un tiempo”, cuenta uno, “y me dijo que cuando sucedía lo que hacían era simplemente abrir la cerradura de la puerta desde fuera y seguir su camino”. Caer a mitad de acto en un pasillo lleno de energúmenos no es quizá el mejor final para nuestra película particular. Aunque quien sabe. Hay gente para todo. En todo caso recuerden que (por razones de seguridad, como casi todo últimamente) azafatas y azafatos pueden abrir las puertas de los baños desde fuera.

Otro auxiliar de vuelo, según cuenta otro usuario, tuvo una idea más condescendiente aunque quizá más efectiva: “Una pareja lo había hecho un par de veces durante el vuelo. La segunda fue justo antes de que sirvieran el desayuno, y el auxiliar convenció a todo el vuelo para que los recibieran con una ovación al salir”.

Probablemente la merecían.

Claro que aburrimiento o el afan de aventura que termina en ese tipo de sexo incómodo no es privativo de los viajeros. Otro usuario que afirma trabajar como personal de tierra en aeropuertos afirma que “no es inusual encontrar a miembros de la tripulación follando en los baños entre vuelo y vuelo”.

La cabina del amor

Y por supuesto, los baños no son tampoco el único lugar donde uno puede echar uno rápido a la salud del comandante. Tenemos la cocina (“Una pareja apareció un día en la cocina para 'estirar las piernas'. Seguí leyendo mi libro y cuando me di cuenta estaban casi haciéndolo encima de la cafetera”). Tenemos las mantitas que nos dejan para cubrirnos púdicamente y hacernos unas pajillas (“Una vez estaba recogiendo la basura y observé a dos caballeros masturbándose mutuamente bajo una de las mantas. Cuando la quisieron devolver al final del vuelo les dijimos que no la queríamos bajo ningún concepto y salieron pitando”). Están las historias de amor sin barreras (“Recuerdo una pareja que no se conocía al embarcar. Pese a estar en extremos opuestos de la clase 'bussiness', consiguieron estar juntos a mitad de vuelo. Por desgracia decidieron entrar en faena sin mantita ni nada y hubo que separarlos”).

El capitán informa de que si ensuciáis mucho esto tendréis que limpiarlo después

Y, por supuesto, tenemos el gordo de la lotería, esa gente con suerte y colaboraciónes desinteresadas: “Yo y mi mujer nos íbamos de luna de miel. Mi mujer llevaba aún el velo puesto, así que era bastante evidente. Teóricamente iban sólo cuatro personas en el vuelo. Mientras subíamos a bordo el capitán saludó y nos preguntó si habíamos tenido una limusina para la boda. Le dijimos que no y contestó: 'esta será vuestra limusina, los otros dos han perdido el vuelo, así que vais solos'. Nos invitaron a las bebidas, y cuando la azafata las trajo, trajo también algunas mantitas extra y nos dijo: 'el capitán informa de que si ensuciáis mucho esto tendréis que limpiarlo después'. Luego bajaron las luces. Tuvimos sexo en un avión, sí. Y no en los baños. ¡El mejor vuelo de la historia!”.

Dicho todo esto, hasta que te cojan en pleno asunto parece a veces más digno que el vuelo habitual. Si prueba, escriba y cuéntenoslo.

Fuente: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-05-17/azafatas-impedir-pasajeros-hagan-amor_1199730/